Los suscritos, Senadores de la LX Legislatura del Congreso de la Unión, con fundamento en los artículos 58 y 59 del Reglamento para el Gobierno Interior del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, sometemos a la consideración de esta Soberanía la presente proposición con Punto de Acuerdo, de urgente u obvia resolución, con base en las siguientes
Consideraciones
Es preocupante que continuamente nos veamos orillados a referirnos a las amenazas constantes que padece nuestro patrimonio arqueológico. Sin embargo, tales amenazas no nos dan otra opción que dirigirnos de nuevo a esta soberanía para llegar a un punto de acuerdo y exhortar respetuosamente, como debe ser en nuestro régimen de separación de poderes, al Titular del Ejecutivo Federal para que en ejercicio de sus atribuciones, como lo indica la Ley Sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, propicie la salvaguarda de los monumentos arqueológicos ubicados en el sitio denominado Chichén Itzá, actualmente propiedad de particulares.
Es pertinente recordar que Chichén Itzá es uno de los principales sitios arqueológicos vestigio de una de las civilizaciones prehispánicas más importantes: la cultura maya, aunque en el caso de estos monumentos, se percibe una influencia de la cultura del Valle de México.
Se ha discutido esta noción de la fundación de Chichén-Itzá por los Chanes, ya que hay autores que en un pasado se la atribuyeron a los Xiues. Sin embargo, prevaleció la corriente que considera a estos últimos como extranjeros en Yucatán, es decir invasores, de donde se explica su condición de tenaces adversarios de los Itzáes descendientes de los Chanes, y de los Cocomes, descendientes a su vez de los Itzáes.
Habiendo establecido los Chanes la capital de su gobierno en Chichén Itzá precisamente en la época señalada, provenientes de Bacalar, continuaron su trayecto de oriente a poniente en la península de Yucatán, al cabo del cual fundarían también otras ciudades importantes como Ek balam, Izamal, Motul, y T-hó, la actual Mérida de Yucatán y Champotón.5
Ya hacia el final del Clásico tardío (600-900d.C. siglo IX), Chichén se convirtió en uno de los más importantes centros políticos de las tierras bajas del Mayab. Para el principio del Posclásico (desde el año 900 hasta el 1527), la ciudad se había consolidado como principal centro de poder en la península yucateca. Las edificaciones de Chichén Itzá muestran un gran número de elementos arquitectónicos e iconográficos que algunos historiadores han querido llamar mexicanizados mezclados con reminiscencias del estilo Puuc de la arquitectura clásica maya. La presencia de estos elementos procedentes de las culturas del Altiplano Central fueron concebidas hasta hace algunos años como producto de una migración masiva o conquista de la ciudad maya por parte de grupos toltecas. Sin embargo, estudios más recientes sugieren que pudieron haber sido la expresión cultural de un sistema político muy extendido y prestigioso durante el Posclásico temprano en toda Mesoamérica.
De acuerdo con la evidencia disponible, es posible que muchas de las construcciones principales de la ciudad fueran incendiadas hacia el final del siglo XIII. Por lo tanto, se puede decir que el declive de Chichén Itzá se dio en un contexto de violencia, que conllevó a la pérdida de la hegemonía en el Mayab. En el año 987 d.C. se formó la Liga de Mayapán, que fue una unión de casas sacerdotales de la península, entre las más importantes, estaban: Uxmal, Mayapán y Chichén Itzá, sin embargo esta liga fue destruida debido a la declaración de guerra realizada por Hunac Ceel, quién se proclamó Halach Uinik de Mayapán, originando así la huída de los itzáes al Petén guatemalteco en el año 1194 d.C.
Guerreros, sacerdotes y comerciantes constituían la élite gobernante en Chichén Itzá. Introdujeron el culto al dios Kukulcán, el equivalente al Quetzalcóatl (serpiente emplumada) del Altiplano. Levantaron construcciones con taludes y muros verticales y representaciones del dios pájaro-serpiente. El militarismo fue el fundamento indudable de esta cultura. Esto se hace evidente en el monumento llamado Plataforma de las Calaveras donde exhibían, clavados en estacas, los cráneos de cientos de enemigos.
Hacia el año 325, la ciudad, que en un principio fue un pequeño poblado de chozas, madera y paja, floreció y sus habitantes comenzaron a erigir edificaciones monumentales cerca del cenote llamado Xtoloc. Al parecer, creció de manera dispersa en los primeros tiempos, para posteriormente ser diseñada cuidadosamente dejando grandes espacios entre los templos. Las distancias entre los edificios se cubrían de amplias calzadas o vías principales, elevadas sobre el suelo, llamadas Sacbés (caminos blancos, en maya).
Los monumentales edificios de la Gran Explanada de Chichén Itzá están presididos por la Pirámide de Kukulcán, uno de los edificios más altos y notables de la arquitectura maya. Es una pirámide de cuatro lados que culmina en un templo rectangular. Se asienta sobre una plataforma rectangular de 55.5 metros de ancho y tiene una altura de 24 metros. Cada lado de la pirámide tiene una gran escalinata que conduce al templo superior. Balaustradas de piedra flanquean cada escalera, y en la base de la escalinata norte se asientan dos colosales cabezas de serpientes emplumadas, efigies del dios Kukulcán.
En el siglo XVI el conquistador español Francisco de Montejo y el franciscano Diego de Landa realizaron las primeras visitas a la zona y dieron cuenta de la existencia de la ciudad.8 En 1840 John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood visitaron la zona arqueológica de Chichén Itzá, en ese tiempo el área se encontraba dentro de la hacienda del mismo nombre que pertenecía a Juan Sosa.9 En 1894, el mayista Edward Herbert Thompson adquirió la Hacienda de Chichén-Itzá, realizó algunos estudios en la zona, en especial dentro del cenote sagrado, al mismo tiempo saqueó objetos encontrados en sus exploraciones que envió al Museo de Arqueología y Etnología afiliado a la Universidad de Harvard (Peabody Museum of Archaeology and Ethnology), posteriormente y debido a la petición del gobierno mexicano, los objetos fueron devueltos. Al morir Thompson en 1935 la propiedad pasó a sus herederos y, en la actualidad el predio donde se encuentran estos magníficos tesoros arqueológicos es propiedad de la familia Barbachano.
Que un grupo de monumentos arqueológicos se encuentra en una propiedad privada es algo que reconoce la Ley de la materia, pero a dichos propietarios le impone una serie de obligaciones, destacándose entre ellas las de mantener y conservar los monumentos. Dado que esto significa una carga para los propietarios, la propia Ley señala que se les podrá dar facilidades para cumplir con sus obligaciones, pero es una realidad que a pesar de ello, las mismas resultan gravosas.
En algunos casos, ha sucedido que para aligerar esas cargas, los propietarios hacen uso del dominio que tienen sobre el predio para permitir o establecer recintos y establecimientos que les permiten realizar actos de comercio, pero el efecto de esto es que se genera un deterioro constante y con frecuencia irreparable en el entorno, afectándose así la integridad de los monumentos arqueológicos que ahí se encuentran. Esto lo puede constatar cualquiera que haya visitado Chichén Itzá.
Es de hacerse notar que la zona arqueológica de Chichén Itzá fue inscrita en la lista del Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1988 y el 7 de julio de 2007, fue reconocida como una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo, por una iniciativa privada sin el apoyo de la Unesco, pero con el reconocimiento de millones de votantes alrededor del mundo.
Debemos preguntarnos si tales reconocimientos no son motivo suficiente para movernos a la reflexión y tomar medidas eficaces para que dicha zona y sus monumentos pasen a formar parte del régimen patrimonial de la Nación mexicana.
Debemos preguntarnos si tales reconocimientos no son motivo suficiente para movernos a la reflexión y tomar medidas eficaces para que dicha zona y sus monumentos pasen a formar parte del régimen patrimonial de la Nación mexicana.
Es decir, ya que la Ley Sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos Históricos en su artículo 27 señala que son propiedad de la Nación, inalienables e imprescriptibles los monumentos arqueológicos muebles e inmuebles, ya que en el caso que nos ocupa los monumentos se encuentran en un predio de propiedad privada, el razonamiento natural nos lleva a concluir que es necesario que, de acuerdo con lo que establece la legislación en materia de expropiaciones, se proceda en consecuencia por parte del Gobierno Federal y se incorpore dicho predio al patrimonio de la Nación.
Consideramos que no hay lugar a duda en cuanto al motivo de utilidad pública que significa la expropiación del predio de referencia. Es urgente que la autoridad federal tome acciones decisivas en el caso de Chichén Itzá; no dudamos que la propiedad privada es un derecho consagrado en nuestra carta magna, pero no titubeamos al señalar que el mismo dispositivo constitucional apunta las salvedades y limitaciones de ese derecho, como ocurre en el presente caso.
Por lo expuesto, me permito someter a la consideración de este Honorable Pleno, con carácter de urgente y obvia resolución, el siguiente:
Punto de Acuerdo
PRIMERO.- El Senado de la República, LX Legislatura, exhorta respetuosamente al Titular del Ejecutivo Federal a que en el ámbito de sus atribuciones realice los actos necesarios para que la Zona Arqueológica de Chichén Itzá sea incorporada al patrimonio de la Nación.
SEGUNDO.- Que el Director General del Instituto Nacional de Antropología e Historia informe detalladamente y paso a paso al Senado de la República, por conducto de la Comisión de Cultura, las gestiones realizadas y por efectuar para que la Zona Arqueológica de Chichén Itzá sea incorporada al patrimonio de la Nación.
SUSCRIBEN
Sen. José Luís Máximo García Zalvidea
Sen. María de Lourdes Rojo e Incháustegui
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